No recuerdo el día, la hora, el lugar, el
momento, el clima o el paisaje que observaba la primera vez que te vi, ni
siquiera logro acordarme de lo que sentí
cuando vi tus ojos negros acercarse a mí por primera vez. Pero recuerdo
que te conocí. O quizás no. Si tuviese que describirlo diría que fue un poco
rosa, muy verde, con algunas flores al estilo vintage, muchos escalofríos, olor a algodón de azúcar, madera y
café. De la edad que teníamos en aquel momento poco sé, pudo haber sido hace
cinco minutos, ayer, antier, hace meses, décadas o siglos. Creo que te conocía
de toda la vida y que nunca te conoceré. Creo que no podemos delimitarnos por
tiempos y espacios que no nos pertenecen, a los que somos ajenos. No puedo
recordar una sola de nuestras citas, por lo que no te puedo decir si alguna vez
fuimos a la playa o algún cafecito en los barrios burgueses; si sé que estamos
y que no estamos, que puede que seas una ilusión, que puede que si te recuerde,
dentro de mí, pero todo lo que encuentro son olores, colores y, quizá, alguna
melodía de vez en cuando, una de esas que no existen y probablemente nunca existirán.
Tú eres un poco de mí y yo soy un poco de ti, tú
eres olor a café, madera, especies orientales e incienso, eres plástico nuevo y
autos que huelen a limpio, eres el polvo de las casas antiguas y los tenis
mojados en charcos, eres rocas de río y verjas de hierro, eres barquitos de
madera, fotografías de rollo que se acaban de revelar, papel blanqueado, un
menjurje, una pintura abstracta que no existe, las flores de un cerezo,
perfumes caros y pequeñas plantitas de hojas que apenas se distinguen, eres el
zoom de una cámara, la botellita de un tequila y la lata de una sangría a la
que apenas le quedan algunas gotas. Eres un dorado como el de las cubiertas de
los libros de biblioteca y un arete de plata en el que se refleja algo rosa muy
tenuemente, eres un negro, más no como el del carbón o el de la noche, si no
como la oscuridad al cerrar los ojos. Eres un blanco tenue como el de los
cielos despejados en días helados y la gaviota que vuela sobre ellos, también
eres un naranja amanecer y una luz que no ilumina, un gris como el de las
piedras que se ven a través del agua de lluvia. Eres una música sin muchos
cambios, lenta, que se repite en diferentes versiones de sí misma.
Yo soy un espejo sucio, un libro antiguo, una
estrella violeta en el cielo, olor a
canela y a orégano, a perfume barato, a sillón de terciopelo, a lluvia, a
cabello quemado por el sol, a piel con bronceador, a madejas de algodón y un poco
a madera sin pulir, a recina de árbol, uvas y plátanos, a piel con sal de mar y
un poco a jengibre, a monedas que llevas mucho rato en las manos, ladrillos y a barro polvoriento. Soy un color psicodélico,
una pintura perfecta y realista con escenas absurdas y colores extraños. Soy
una combinación surrealista, soy flores que quieres comerte aunque sepas que
son venenosas, un pastel recién horneado, un poco de plateado, negro, rosa
tenue, azul pastel y blanco.
Cuando te siento eres algo frío en mitad del
pecho, un escalofrío, un chorro de agua helada en el cuello, una súbita faja en
el estómago, una sensación de vuelo, una
locura espontánea y ganas de correr, contigo o sin ti, a cualquier lugar. Me
das ganas de encontrarme el bazo y el hígado y lanzarlos lejos a donde no
puedan volver, de estirar el cuello y ocultarme tras la hojarasca de una helada
ventisca.
Cuando me vez, soy una media sonrisa, una promesa,
un largo parpadeo y un cosquilleo tras la oreja. Cuando me vez, no quieres
verme, quieres sentirme, sentir mi escencia, sentir la canela y los libros
viejos y la pintura absurda y realista con colores psicodélicos. Por eso
hablamos de cosas absurdas.
A veces siento que todo esto que somos acabará por
evaporarse y fundirse en uno solo, que formará un nuevo universo en el que ni
tú ni yo existiremos, en el que ya no seremos nada más que materia
transformada, en el que tu incienso y mi perfume barato se mezclarán, así como
tu plástico nuevo y mi lluvia; en el que nuestras combinaciones sean solo alucinaciones,
monstruos aterradores. Y tú y yo volaremos y nos tomaremos todo el aire vacío
como probablemente lo hicimos con el café que alguna vez compartimos.
¿Será que tú y yo creamos el universo? ¿Será eso,
amor? Si es así, vámonos, quiero vivir en el universo de otros, quiero que
seamos los únicos monstruos aberrantes, quiero amarte sin palabras, quiero
sacarme los escalofríos (Que seguramente serán de un color azul eléctrico) y
entregártelos en una bolsita de celofán.
Si aún tienes dudas de quien soy yo, la extraña
que va día a día a verte en el hospital me temo que no puedo ayudarte más. A
veces temo que la amnésica loca sea yo, y que mi hospital sea este mundo
gigante que me parece vacío sin ti; lleno de siluetas neblinosas sin sentido,
nada más que materia inolora e incolora que solo está ahí por estar, que no es
ni tú ni yo y que ni por asomo podrá tener su propia escencia; todos modelados
con el mismo material absurdo que ni en un millón de años será original.
Te extraño cariño, recuérdame, o al menos recuerda
lo que soy y siempre seré.
Te amo.