domingo, 7 de septiembre de 2014



No recuerdo  el día, la hora, el lugar, el momento, el clima o el paisaje que observaba la primera vez que te vi, ni siquiera logro acordarme de lo que sentí  cuando vi tus ojos negros acercarse a mí por primera vez. Pero recuerdo que te conocí. O quizás no. Si tuviese que describirlo diría que fue un poco rosa, muy verde, con algunas flores al estilo vintage, muchos escalofríos, olor a algodón de azúcar, madera y café. De la edad que teníamos en aquel momento poco sé, pudo haber sido hace cinco minutos, ayer, antier, hace meses, décadas o siglos. Creo que te conocía de toda la vida y que nunca te conoceré. Creo que no podemos delimitarnos por tiempos y espacios que no nos pertenecen, a los que somos ajenos. No puedo recordar una sola de nuestras citas, por lo que no te puedo decir si alguna vez fuimos a la playa o algún cafecito en los barrios burgueses; si sé que estamos y que no estamos, que puede que seas una ilusión, que puede que si te recuerde, dentro de mí, pero todo lo que encuentro son olores, colores y, quizá, alguna melodía de vez en cuando, una de esas que no existen y  probablemente nunca existirán.
Tú eres un poco de mí y yo soy un poco de ti, tú eres olor a café, madera, especies orientales e incienso, eres plástico nuevo y autos que huelen a limpio, eres el polvo de las casas antiguas y los tenis mojados en charcos, eres rocas de río y verjas de hierro, eres barquitos de madera, fotografías de rollo que se acaban de revelar, papel blanqueado, un menjurje, una pintura abstracta que no existe, las flores de un cerezo, perfumes caros y pequeñas plantitas de hojas que apenas se distinguen, eres el zoom de una cámara, la botellita de un tequila y la lata de una sangría a la que apenas le quedan algunas gotas. Eres un dorado como el de las cubiertas de los libros de biblioteca y un arete de plata en el que se refleja algo rosa muy tenuemente, eres un negro, más no como el del carbón o el de la noche, si no como la oscuridad al cerrar los ojos. Eres un blanco tenue como el de los cielos despejados en días helados y la gaviota que vuela sobre ellos, también eres un naranja amanecer y una luz que no ilumina, un gris como el de las piedras que se ven a través del agua de lluvia. Eres una música sin muchos cambios, lenta, que se repite en diferentes versiones de sí misma.
Yo soy un espejo sucio, un libro antiguo, una estrella violeta en el cielo, olor  a canela y a orégano, a perfume barato, a sillón de terciopelo, a lluvia, a cabello quemado por el sol, a piel con bronceador, a madejas de algodón y un poco a madera sin pulir, a recina de árbol, uvas y plátanos, a piel con sal de mar y un poco a jengibre, a monedas que llevas mucho rato en las manos, ladrillos y a  barro polvoriento. Soy un color psicodélico, una pintura perfecta y realista con escenas absurdas y colores extraños. Soy una combinación surrealista, soy flores que quieres comerte aunque sepas que son venenosas, un pastel recién horneado, un poco de plateado, negro, rosa tenue, azul pastel y blanco.
Cuando te siento eres algo frío en mitad del pecho, un escalofrío, un chorro de agua helada en el cuello, una súbita faja en el estómago, una sensación de vuelo,  una locura espontánea y ganas de correr, contigo o sin ti, a cualquier lugar. Me das ganas de encontrarme el bazo y el hígado y lanzarlos lejos a donde no puedan volver, de estirar el cuello y ocultarme tras la hojarasca de una helada ventisca.
Cuando me vez, soy una media sonrisa, una promesa, un largo parpadeo y un cosquilleo tras la oreja. Cuando me vez, no quieres verme, quieres sentirme, sentir mi escencia, sentir la canela y los libros viejos y la pintura absurda y realista con colores psicodélicos. Por eso hablamos de cosas absurdas.
A veces siento que todo esto que somos acabará por evaporarse y fundirse en uno solo, que formará un nuevo universo en el que ni tú ni yo existiremos, en el que ya no seremos nada más que materia transformada, en el que tu incienso y mi perfume barato se mezclarán, así como tu plástico nuevo y mi lluvia; en el que nuestras combinaciones sean solo alucinaciones, monstruos aterradores. Y tú y yo volaremos y nos tomaremos todo el aire vacío como probablemente lo hicimos con el café que alguna vez compartimos.
¿Será que tú y yo creamos el universo? ¿Será eso, amor? Si es así, vámonos, quiero vivir en el universo de otros, quiero que seamos los únicos monstruos aberrantes, quiero amarte sin palabras, quiero sacarme los escalofríos (Que seguramente serán de un color azul eléctrico) y entregártelos en una bolsita de celofán.
Si aún tienes dudas de quien soy yo, la extraña que va día a día a verte en el hospital me temo que no puedo ayudarte más. A veces temo que la amnésica loca sea yo, y que mi hospital sea este mundo gigante que me parece vacío sin ti; lleno de siluetas neblinosas sin sentido, nada más que materia inolora e incolora que solo está ahí por estar, que no es ni tú ni yo y que ni por asomo podrá tener su propia escencia; todos modelados con el mismo material absurdo que ni en un millón de años será original.
Te extraño cariño, recuérdame, o al menos recuerda lo que soy y siempre seré.
Te amo.